Hace una semana que dejé de escribir aquí. Tal vez estoy escribiendo/anotando aquí y ahora porque no estoy matando algunos Locust.
Una semana en la que he vivido muchas cosas.
El jueves, mi papá se le ocurrió mirar en la página de la Rama Judicial donde aparecen los procesos. Eran las 11 p.m. cuando mi papá se entera de que la Sentencia que favorecía a Samuel Cárdenas, había sido revocada.
Inmediatamente el viernes, mi papá convocó una reunión extraordinaria con los copropietarios de la Carrera 7ª para discutir nuevas estrategias para el día de la entrega por medio de sus oposiciones.
Samuel Cárdenas se mostró muy preocupado. Tal vez más preocupado de cómo se le ve siempre. No exactamente preocupado, sino temeroso de perder su “cueva”, su casa, su crib.
Mientras Samuel recibía la mala noticia de labios de mi papá –quien también le proponía una estrategia para asegurar el bien que posee—su hija, quien estaba sentada en el sofá junto a Samuel, se llevaba sus manos a la cara en signo de preocupación.
Mientras el Dr. Molina le daba esperanzas al padre al exponerle una estrategia que había utilizado con Rozo, yo miraba a su linda hija.
–Leo, coge un taxi ve con Don Samuel al Tribunal Superior para que se notifique y sacar las copias de la Sentencia de Revocatoria—me dijo mi papá como le dice un gerente a su asistente.
Inmediatamente me despedí de Martín Salas, de Marina de Vélez, de Celia Manosalva, y de los otros quienes estaban ahí, pero de los que no estoy seguro de que estaban en la sala de la oficina.
Samuel, Estefanía, el Recurso de Casación y yo salimos del apartamento para dirigirnos al Tribunal Superior a notificar a Samuel y a presentar el Recurso de Casación, ya que él le había dado culillo embalar a algún primo en una falsa venta por la cual podría ser denunciado por fraude.
Ante la posibilidad de llegar tarde por no encontrar Taxi, preferimos ir en la moto de Samuel, la cual se encontraba en su casa y por la que tendría que ir.
Esperando a su papá y luego de que mi papá me repitiera las instrucciones de todo (ya que es mi primera vez), Estefanía me contó que estudia Séptimo Semestre de Sicología en la U. del Bosque, que tiene 20 años, que es la mayor de sus hermanos y que todavía no me estaba analizando. Lo último no se lo creí por la manera por la manera como me miraba y me sonreía.
Rápidamente me subí en la moto, me puse el casco que me cascaba en las gatas y me sostuve de los lados de la chaqueta de Samuel. Era un día frío, estaba lloviznando muy poco, me caían gotas de agua en la cara, yo tiritaba del frío y era la primera vez que montaba en moto en Bogotá (la primera vez había sido con mis primas Matere y Maria Claudia en San Diego).
Samuel Cárdenas, aunque sea un Jardinero, por un momento me hizo pensar que era mensajero motorizado dada su pericia y prudencia al maniobrar su moto entre los carros y esquivando los huecos.
Llegamos rápidamente al Tribunal Superior, pero para Samuel fue muy difícil entrar ya que los detectores de metales no lo dejaban, haciéndolo quitarse varias prendas de ropa. Al menos él iba forrado en varias capas.
Cumplimos casi cabalmente con la misión aunque la tipa/costeña que nos atendió era una fea amargada y aunque se me olvidara sacar la copia de la sentencia en ese mismo momento.
La reunión en la oficina duró casi lo mismo que la anterior. Los coposeedores, quienes son personas muy particulares y curiosas, ovacionaron, lambonearon el trabajo de mi papá. La mejor lamboneada habría sido si al menso Cárdenas le hubiera pagado los $200.000.
Llegó el sábado. Era un día de fin de semana en el que también trabajamos hasta tarde. Algunos coposeedores fueron, pero siempre se destaca Martín Salas, quien a diferencia del flaco calvo y escuálido Cárdenas, tiene 70 y algo de años, una gran vigorosidad y una experiencia que lo nutre.
También destaco a María Dufay Lozao. Una mujer que yo creía más joven, pero que fue la mujer de Rozo, es madre de sus hijos y ahora posee su apartamento en el edificio en disputa.
Ella es hermosa: Delgada, con piel canela clara, cabello como liso y ondulado, labios carnosos y no muy cachetona y una voz muy pero muy suave que para oírla hay que hacer silencio. Espero no mirarla mucho y que eso sea la causa por la que ella me mira en igual cantidad.
Llegó la noche en la cual mi familia había quedado de salir a pasar el “puente” del 20 de Julio en Chinauta con dos invitados de mi parte: Fabián y Sebastián.
Con Fabián si conté, como siempre pero con Sebastián no, ya que tiene como 14 años y sus padres no se conocen con los míos (tampoco los de Fabián, pero a él si lo dejan porque sí).
No viajamos de noche, sino más bien el domingo temprano para regresar el martes 20 de Julio por la tarde.
A Perla no le gustó mucho la idea de llevar a Fabián ya que, entre sollozos y rabietas, manifestó su desagrado por él.
Confieso que Fabián no me cae muy bien que digamos. No solo antes del viaje, luego de éste he confirmado o reforzado lo que me desagrada de su naturaleza.
Fabián Esteban Sánchez es un joven de 17 años de edad a quien conocí hace un par de años en una “fogata de integración” que hubo en mi “cuadra”, y por la cual conocí también otros personajes.
Fabián en su momento no sabía jugar muy bien Halo 2, pero rápidamente lo volví mi “estudiante” y mi compañero de juego. En su momento, él no sabía tocar la guitarra pero aprendió a hacerlo autodidácticamente con la guitarra que le presté unos meses y con la cual yo no continué.
Bueno. Con Fabián hemos pasado mucho tiempo. Él me ha contado sus experiencias con su familia, y sus novias o enamoradas platónicas. Pero lo que más hemos hecho juntos es jugar Xbox.
Este fin de semana comprobé que realmente para lo que prefiero a Fabián es para jugar y nada más. Él es como otro accesorio más del Xbox.
Fabián puede parecer solidario/colaborador, saber cocinar, saber tocar la guitarra y saber jugar Halo 2 y 3, pero dudo de su lealtad y del respeto que me faltó este fin de semana en repetidas ocasiones con molestos sonsonetes y con su orgullo oculto bajo una ilusoria capa de inseguridad. Odio que se la pase hablando todo el tiempo de sí mismo: de lo bueno que es para esto y aquello, de las niñas feas que fueron y serán sus novias pero que él no supera, de sus inseguridades y de sus ilusos problemas psicológicos que se la pasa repitiendo con orgullo casi psicopático (ej.: “yo estoy muy loco, no tengo emociones, no lloro por más que quiera”, que a veces quiera matar Carusso de una forma muy cruel etc… etc…). De tanto repetir tanta pendejada, se le acabaría volviendo verdad.
Me cansó su imprudencia al hablar y su orgullo, su inseguridad, sus faltas de respeto, su falsa profundidad, su reactividad, sus amenazas, su intolerancia a la diferencia.
El miércoles 21 de Julio, mi papá, acompañado por Joaquín Amaya (un colega) y yo asistimos a la audiencia de entrega en la cuál mi papá como apoderado de coposeedores presentó recurso de oposición a la entrega de una forma muy planeada. (Resultado de muchísima preparación , trabajo y de no haber ido con nosotros a Chinauta).
Muy buena su exposición del caso que el juez creía que duraría 15 minutos por coposeedor pero que duró todo el día desde las 11:50 hasta las 17:20.
Un buen trabajo de nuevo admirado por los coposeedores pero que espero se le reconozca también en sus honorarios.
Mucho trabajo hay por hacer todavía a pesar de que yo tenga un malestar en la garganta y un ligero decaimiento de mis ánimos.
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