Archivo mensual: junio 2021

If – Si – Rudyard Kipling

If you can keep your head when all about you

   Are losing theirs and blaming it on you;

If you can trust yourself when all men doubt you,

   But make allowance for their doubting too;

.

If you can wait and not be tired by waiting,

   Or, being lied about, don’t deal in lies,

Or, being hated, don’t give way to hating,

   And yet don’t look too good, nor talk too wise;

.

If you can dream—and not make dreams your master;

   If you can think—and not make thoughts your aim;

If you can meet with triumph and disaster

   And treat those two impostors just the same;

.

If you can bear to hear the truth you’ve spoken

   Twisted by knaves to make a trap for fools,

Or watch the things you gave your life to broken,

   And stoop and build ’em up with wornout tools;

.

If you can make one heap of all your winnings

   And risk it on one turn of pitch-and-toss,

And lose, and start again at your beginnings

   And never breathe a word about your loss;

.

If you can force your heart and nerve and sinew

   To serve your turn long after they are gone,

And so hold on when there is nothing in you

   Except the Will which says to them: “Hold on”;

.

If you can talk with crowds and keep your virtue,

   Or walk with kings—nor lose the common touch;

If neither foes nor loving friends can hurt you;

   If all men count with you, but none too much;

.

If you can fill the unforgiving minute

With sixty seconds’ worth of distance run—

   Yours is the Earth and everything that’s in it,

And—which is more—you’ll be a Man, my son!

♠♡♣♢

Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor
la pierden y te culpan a ti.
Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,
pero también toleras que tengan dudas.

Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.

Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.

Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.

Si puedes apilar todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.

Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones,
a cumplir con tus objetivos mucho después de que estén agotados,
y así resistir cuando ya no te queda nada
salvo la Voluntad, que les dice: “¡Resistid!”.

Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, pero ninguno demasiado.

Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de diligente labor
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!

Robado de https://confidencialcolombia.com/tabletas/si-poema-de-rudyard-kipling/2021/03/07/

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Los Funerales de la Viuda Blanca

Es cierto.

Eris.

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El algor mortis de este Hombre Schnauzer disminuye 11:11°F con cada hora que pasa y con cada pelo que suelta en la cabaña destartalada donde no sabe si mora o si es ya preso de la ausencia de su Deidad transfigurada en desvelo mortuorio.

Permanece en el cajón la cuestión de si todo se trató de una mentira la verdad o de una mentira la mentira. De si lo que sentimos lo creímos y de si creímos lo que sentimos.

Puede que se trate de un mito, como el de Sísifo y la Unicornio: la pesada subida al monte donde se encuentra la verdad tras toda nuestra constreñida ensoñación. Repetición inmortal.

La posibilidad infinita de que en otra dimensión el collar de Schrödinger fuera más que una simple alaja arrancada del cuello esclavo que sentía placer en su asfixia mecánica.

Aún recuerdo la manera en cómo cuando mi Diosa se desnudaba quedaba completamente desnuda, como dice ese poema de X-504 que tanto saboreo al leer en noches lluviosas como esta.

Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero” dice y que disculpe mi Diosa por cuestionarla en el altar de mi muerte que ella ya no llora.

Aquí había alguien que estaba, pero que repentinamente alejé y siento la punción de su falta.

La maldición de la Hedonista radica en que su placer se encuentra en el dolor causado hacia ella y por ella. Al menos así se siente viva, al andar entre caminos de cuchillos y en regodearse en las conjugaciones pasadas de los verbos que juntos sólo tenían un presente y se conjugaban en “tú”, en lugar del pronombre personal de la tercera persona formal propio la cortesía de quienes no se conocieron nunca a sí mismos.

¿Será que Alouqua, la mujer súcubo, lloró de igual forma a ese hombre, a su Líber, a su monstruo como lloró a su occiso Esposo, 

a su Amante, 

a su Lucifer, 

a su Enemigo,

a su Torturador, 

a su Thanos, 

a su Eros, 

a su Brujo, 

a su Dragón 

y a sus Tierras áridas?

¿Cuántos funerales a cajones cerrados?

¿Cuantas enviudadas?

¿Cuántos amores legradados prematura y espontáneamente?

.

¿Con cuántos tuvo el deseo y la urgencia por la realización de su propia fertilidad?

¿Cuántas lágrimas, duelos y silencios resonantes?

¿Cuántos sufrieron el dolor que Ella sufre pero por Su propia mano?

¿Cuántas veces ha sido Ella la tormenta, la sirena, la villana y la súcubo de sus propias historias susurrantes?

.

¿A cuantos Dioses Ella ha naufragado en monstruos que asímismo la transformaron en “fuente inagotable de ponzoña”?

¿Cuántos monstruos han pasado por ella y la han mancillado?

¿Cuántos instantes o cuántos siempres hubo de ofrecer sin saña?

.

¿A cuál se entregó más totalmente o dio su pedazo más puramente suyo?

¿Cuántas veces más escribirá ella el epitafio a su alter ego?

¿Fue todo sólo otro lapsus sin significación ni moraleja?

.

¿Es genuino algo que viene en copias?

¿Es puro lo disuelto en lágrimas ajenas?

¿Es entrega lo ya entregado?

.

Acepto nuestro fin y brindo porque por una y mil preguntas sin responder lloran los cadáveres en nombre y representación de las Diosas humanadas y muertas en vida que repiten sus historias y proyectan en nosotros –los difuntos, actuando a manera de chivos expiatorios–, su falta de aprendizaje de sus propias lecciones, de forma semejante a si fuéramos nosotros los occisos aquellos únicos en el deber sepulcral de recordar per secula seculorum, mientras ellas no han de aprender de los cuerpos en sus armarios.

Las muertas en vida nos acusan a los muertos en la muerte de monstruosidad, inmanencia y amnesia, cuando ellas mismas reviven los errores a pesar de llevarlos marcados en la blancura de su tez. ¿Qué es peor? ¿Olvidar la lección y repetir el error? ¿O repetir el error recordando aún la moraleja? Nadie la juzga, los difuntos esposos no juzgamos, sólo nos fantasmagoreamos con una sonrisa interrogadora que deje a paz y salvo las preguntas debidas en vida, pero que nunca nos atrevimos a hacer. Así queremos ser inmortalizados. Como una interrogación resonadora y traviesa.

¿No se siente esto como un eterno retorno? ¿Será que la Dama del Lago no olvida porque ha vivido lo mismo una y otra vez sin aprender de su boceto, mientras que su difunto esposo, en cambio, apenas tuvo una sola vida con ella, con su única Viuda Blanca?

Esta alma agonizante también se ha tomado el tiempo de leer Su pasado y de sentir la inmensa compasión curiosa tras estas preguntas insolubles, cuyas respuestas no busca de Su boca, sino de sus actos, porque aún si ellos son también contradictorios como los del suscrito difunto, tienen una estética que algún día habremos de observar, así sea desde el otro lado.

5 semanas, 5 etapas de duelo han pasado. 

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Extrañar a un extraño

Efímera eternidad

Salvación

Oblación

Aceptación

–Otro más de su lista negra de obituarios.

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Oblación

Este Monstruo, –a pesar del insomnio, de la amnesia y, por más palabras duras que salgan de los dedos de quien en una lejana fantasía fuere el elixir que prevenía su eventual e inevitable transformación–; y en tratando de disipar a través de las llamas prometeicas y las aguas del Lete todo vestigio del pasado inmanente en su brevedad, –mediante la más final de las sentencias–, sabe desde el exilio que todavía son verdad las reliquias manuscritas que quedaron impresas con resignada ternura arrancada por parte de Ella –sea tanto como de su libreta de nocturnas conversaciones con sí misma, como de la cadena que pesaba en su cuello purificado– el día de su partida de la que habría podido ser la morada de Sobre de Manila (aquel donde yacen todavía los documentos previos a un consorcio de vida consumado sin celebrarse):

“Cuando dudes de todo,

incluso de la realidad misma…

Confía en mi amor,

en que te amé y fuiste

digno de ello por un tiempo,

recuerda que creí en ti.

Confía en mi amor, que

aunque diferente siempre estará.

En este mundo incierto, 

puedes confiar en que 

alguien te ama por quien eres”.

La criatura confía en la inmanencia de la voluntad tras esas palabras reconfortantes en el ostracismo, así la suya haya desfallecido. Tiene la fe tatuada en que a pesar de que otras nuevas quieran derogarlas de un tacho sin compasión, todavía resta un poco de esta voluntad hacia este vestigio de sombra que ahora se ha designado amargamente como monstruosa. Nada quita que sea de manera muy merecida y justa, pero no es por menos dolorosa para la cruel e indigna criatura que ahora se desaparece en los sordos ecos provenientes de la ducentésima sexta caverna en la ladera del Olimpo en el medio del camino de una vida que hoy apaga otra vela más. ¿Será acaso que la monstruosa crueldad de Sus posteriores designios sean en realidad una muestra de compasión hacia el cruel monstruo aprisionado allí por la Diosa Némesis? ¿Una compasión similar a la del amo que eutaniza a su viejo compañero barbudo para que no sufra más una no-vida/no-muerte de incontinencia senil, amnesia y epilepsias nocturnas lejos del propio abandono del monstruo que no aguantó seguir viéndolo sufrir en la oscuridad de su decadencia hasta desvanecerse en un torbellino de pelos al viento?

Este monstruo cree todavía en que sigue viviente algo más que esta mera compasión sacrificial de matar lo que yace al interior de Su divinidad humanada en forma de mujer. Pese a que lo dicho repetidamente haya sido descarnado, a fin de inmolar en su interior lo que el tiempo, el sufrimiento, la abstinencia y el ostracismo pretenden mancillar mediante apelativos monstruosos y contrarios a la compasión que manifestó le quedaba hacia el suscrito reo, difícil resulta no creer que el odio divino hacia sí misma por seguir sintiendo lo que se suponía ya no debería, constituye evidencia de un amor humano a prueba de todos los malestares físicos que la cercanía con el monstruo le servían de cautela, porque las Diosas que aman a los Monstruos terrenales se purifican en su suciedad, se hacen humanas y por ende, mortales. Sólo los seres mortales y conscientes de serlo pueden amar, toda vez que en su finitud se encuentra la eternidad, la eternidad nacida y extinta en el otro.

Efectivamente su cuerpo será purificado de las garras del animal lujurioso que la poseyó para sí, peligró sus nueve inmortalidades y la hizo menos divina y más mujer. Que lamenta cada noche ausente el haberla bajado del umbral celestial a lo más bajísimo del inframundo, ya que sin su Diosa él no es más que una criatura subterránea al no poder ver más la luz de sus fecundos ojos ni sentir sus brillantes caderas, en las cuales divisó la titilante esperanza de la felicidad compartida, como el brillo de una cadena al interior de la coraza de vidrio polar. No obstante, fuera de ella el collar de Schrödinger está desprovisto de cualquier beatífica propiedad protectora y pasa a ser una simple alaja lista a ser despachada a una dirección desconocida, en trueque por los bienes que el famélico y sediento homúnculo atesora como reliquias de una religión vedada a aquellos demasiado vivos para morir y demasiado muertos para vivir. Lamentable que este amuleto haya probado su valor de bisutería por cuanto no la protegió del proyectil que se veía avecinar y aún así no pudo esquivar. No obstante, esta criatura aún guarda la fe en este odio divino de Ella hacia sí por seguirlo extrañando a él desde su altar purificatorio, como una prueba de Su inmensa piedad, aunque a veces lo más piadoso sea la oblación ante el tabernáculo de la caucásica Diosa de Cola Rosada y piel de encajes a fin de purificarse en petits morts, como en un momento su noches inquietas se inmacularon en Ella, por Ella y a través de Ella.

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Eternidad Efímera

Niente dura, è vero, e contano solo gli istanti, però l’istante riserva il suo splendore per colui che lo immagina eterno. Vale solo l’effimero che pare immortale.

— Nicolás Gómez Dávila

Querida Eris,

Decía Nietzsche en el libro primero de La Gaya Ciencia (Die fröhliche Wissenschaft) que 

“El odio, el placer de destruir, el deseo de rapiña y de dominación y todo lo que en general se considera malvado pertenece a la asombrosa economía de la especie, a una economía indudablemente costosa, derrochadora y, por línea general, prodigiosamente insensata; pero que puede probarse que ha conservado a nuestra especie hasta hoy”

Entonces ese sentimiento que es para Usted ahora un “motor poderoso” efectivamente la estimula, como usted dice, porque hace parte de esa “economía de la especie” que nos ha permitido conservarla.

Por eso es laudable que la sienta, no porque Usted ame a esta especie imperfecta, pero perfectible; mas su capacidad ilimitada de odiar, denotó la infinitud del amor derrochado en este indigno y malagradecido mortal, que no valoró como divino el placer fúrico de su amor entregado y total.

Hay algo paradójico ahí, y es que si bien nos dirigimos por un camino esmarrito e irracional, siguiendo nuestras tendencias más bajas hacia la perdición, en ningún caso la especie sale perjudicada, se beneficia de deshacerse de nosotros los insignificantes evolutivamente, por lo que ¡cagada! 

Es tan insignificante la existencia que uno en la poquedad de la vida nunca sabrá lo que en verdad uno quiere. Ya que nuestra poca vida es tan poca porque al vivirla sin preparación ni enmienda, “nuestra vida es un boceto para nada”, según Kundera. “Si no es lo que deseo, no lo quiero”, dice mi Unicornio Hedonista, pero el deseo es una medida incompleta de la bastedad del querer, porque el deseo se extingue en la medida que se satisface, en cambio el amor es un “eterno insatisfecho”, como dijo Ortega y Gasset en sus Ensayos sobre el tema que nos ocupa a Usted y a mi:

“El deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. El amor en cambio, es un eterno insatisfecho”.

Ante esta insignificancia de nuestra vida y la pequeñez existencial, queda sólo reírse de uno mismo, de la “comedia de la existencia”, en palabras de Nietzsche, aún frente a la tragedia de los recuerdos incólumes e inmaculados que Usted tendrá que contaminar con “asco, rabia y engaño” a fin de poder atravesar el torbellino de arena en el que nos encontramos:


«Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.» (Murakami, Kafka en la Orilla)

¡Mójese, gata, bajo la lluvia de las arenas del tiempo para ser una nueva, para ser más quien Usted ya es! Tengo la fé puesta en Usted, a pesar de que ella me falló y fui un hereje, la tengo en que su amor es todavía más que un deseo fenecido, del cual fui ateo, pero del que no dudo será inmortal, aún disfrazado de odio, indiferencia y olvido.

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Extrañando Extraños

Cuando Usted escribió anónimamente ese “Te extraño” dirigido a un extraño que ninguno de los dos ya conoce, recordé sus reflexiones cortas acerca de la madurez.

Vivimos pensando que la madurez es la capacidad de resistirlo todo, de aguantar cosas, de ser invulnerables, pero no. Usted me enseñó más allá de eso que ella es “la tranquilidad en momentos como estos, es la capacidad de soltarse, de dejar ir sin arrepentimientos ni reproches.”

Por eso, cuando dice que se odia a sí misma por extrañar a ese tercero desconocido, se contradice, a pesar de incluso ser consciente de su propia contradicción: odiándose por no dejar ir, se incapacita a Usted misma de soltar y de dejar ir. Usted misma se está reprochando el no dejar ir y olvida que ese es un proceso natural del soltar. Yo no lo supe y me resistí a eso de manera egoísta, cuando claramente debí escucharla a Usted que era necesario por los dos el decir de una vez por todas un último y serio adiós, dejar de hablar definitivamente o si no no íbamos a seguir nuestra vida. No olvide las razones por las cuales no debe seguir extrañando a ese extraño. ¿Acaso por qué extraña a ese extraño? ¿Tiene sentido sentirlo?

¿Usted piensa que el sentirse mal, que el odiar la sensación de ‘extrañar’ va a llevar a cabo algún cambio significativo? ¿De qué sirve odiarse? No basta con ser conscientes de que nos hace falta algo que ya no tenemos, sea Él y/o las sensaciones que tenían juntos. No basta, toca actuar y literalmente cambiar, dejar de hacer las mismas cosas para no obtener los mismos resultados de siempre. El cambio no puede quedarse sólo en la introspección, sino pasar a la acción para no “extender abusivamente nuestra estadía”. 

Es todo lo contrario a ese “aceptar que fallamos”, que usted usa para definir la madurez. No está aceptándolo, está odiándose por eso. Se contradice a sí misma y hace lo contrario de lo que dice: no está aceptándose, en cambio que se reprende de forma cruel.

Nada de esto es algo que el autor se haya inventado así como así, sino que son comprobaciones de que en el destierro quedaron reflexiones Suyas. Ojalá sean más que meros ecos en la memoria. Ojalá. Son meros intentos de evocar las ideas y reflexiones provenientes de la Diosa que sigue hablando desde el silencio. “Léeme” era su primera regla. 

La próxima vez leerá sobre cómo La Diosa de la Discordia le enseñó a los hombres a hablar. Con las citas y lo coincidentes que se han vuelto, me convenzo de que el cuidado estudio de la ficción es la mejor manera de crecimiento fuera de la acción directa. No sólo preguntándonos su significado, sino también por las razones de por qué pensamos que tiene un significado que le atribuimos. Ojalá alcance Usted el climax y que la historia que usted cree la hace odiarse llegue a su climax.

Amor fati.

Addio. Adiós. Adieu. Ade. Adeus. Tschüs.

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Este mensaje fue eliminado


Eliminados fueron los capicúa y los palíndromos
Eliminados fueron los contratos y todo lo pactado
Eliminados fueron los ritos y los asomos.


Eliminadas las solemnidades y las insolencias
Eliminadas las deidades y su discordia
Eliminadas las apariencias quedan las esencias.

Eliminado el pecado, queda la culpa
Eliminada la pena, delito no absuelto
Eliminada la vergüenza, la amnesia nos ocupa.

Eliminadas las palabras, suenan las quenas
y nos arrullan las madrugadas
Eliminados los desaires,
rebrotan nuestras desérticas venas.

¿A dónde irán a parar los mensajes eliminados?
A las cabañas destartaladas que habitamos.
¿A dónde irán a parar los recados olvidados?
En lo inefable de tu vuelo.

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