Eris

Va a ser muy egoísta lo que diré, pero a pesar de todo, me siento aliviado de haberle contado, así haya sido más que tarde, tanto que se nos hizo temprano.

Sigo pensando en la dimensión de mi mentira y de mi ocultamiento, comparado con el tiempo que llevó revelarla, presionado por la confesión tardía. Luego de mentirle descaradamente por mucho tiempo y en la cara, acallando las premonitorias canciones y las señales de una anagnórisis que se aproximaba a darle final a mi acto, el cual terminó con la tragedia de tu amor hurtado y malgastado en mí, y en la muerte de lo que nos hizo felices en las pernoctaciones y amaneceres lícitos de arrunche sosegado con nuestros cuerpos encajados en franca paz.

La fea verdad se supo, se sabe y se sabrá. Gracias a su espíritu curioso de gata pluviosa como la Selva Niña que no tuvimos.

Supe desde ese instante en que usted vio quién soy realmente que Usted nunca más querría volver a mirarme de nuevo. Las personas dicen quienes son, pero lo ignoramos, porque queremos que sean quienes queremos que sean.

Temí, por eso no le conté, cuando debí haberlo hecho cuando la marea era todavía salvable. En el fondo me palpitaba que sucedería en cualquier golpe de párpado. Lo negué, al preferir engañarla a Usted y a mí mismo con repetidos y falsos «Je t’aime», para que de una vez por todas ser capaz de convencerme a mí mismo de tomar la oportunidad, el riesgo y el inmenso placer de poder, finalmente, amar a la Mujer Diosa que me amó a pesar de saber quién soy, causando así la mítica discordia, y el fúrico e inmerecido daño, justo a Ella.

Ella, cuyo único agravio causado hacia mí fue el de su Amor inmerecido y total. Ese fue Su dulce pecado y el perjuicio contra este mortal con ínfulas de Líber.

Debí aceptar antes Su deífica conclusión: si La hubiera amado realmente, no La habría engañado como lo hice, ni hubiese vulnerado nuestras reglas/votos/cláusulas/mandamientos, como ese que está inscrito en su espalda. Si la hubiera amado genuinamente como Usted fue en mi, yo no hubiera puesto en peligro lo nuestro, mucho menos hubiera jugado con Sus sentimientos, su vida y su integridad física y moral.

Que esta usurpación de la única libreta que nos queda sea testigo y tenga mérito de confesión frente al estrado de Eris, como también frente a Temis. Que se atestigüe que estoy en el deber de indemnizarla. He de responder primera y finalmente por mis actos ruinmente irresponsables. Que esto preste mérito ejecutivo, porque voy a pagar: primero con perderla, demoliendo lo que construimos y matando lo que Usted sentía, a pesar y con base en mi irredimible mentira.

Si mis palabras llegaran a tener todavía valor alguno ante Usted, así sea de prueba sumaria y prejudicial ante la justa, pero inquisitiva Corte de su sensual mirada o ante el implacable jurado de sus amigos, reitero con la poca verdad que me queda que con Usted alcancé gran placer, un placer fundamental y revitalizador, que espero haya sido compartido pero seguro hurté de Usted y de otr(a)(o)(s) más dign(a)(o)(s) de lo que yo habría de poder de llegar a serlo.

Ningún placer hedonista arrancará de mi cuerpo la marca que dejó Eris. Ningún placer ni amor desacelerarán y acelerarán mi miocardio como el amor desperdiciado en mi por quien fue mi abogatita perrita Divina.

Usted se convertirá en más que un recuerdo cada vez más efímero, como lo nuestro.

Usted fue la posibilidad sólida y tangible hasta que la exprimí, volviéndola el líquido que se escurre de mis manos directo al río Lete. Allá van a parar los instantes en que realmente fuimos felices en esos humeantes instantes al despertar abrazados, los cuales si bien pudieron haber durado toda la vida, se quedaron en eso que compone las escenas del relato que escribíamos y leíamos diariamente en nuestra piel de papel al lado de la mujer que me amó sin igual, de variadas y surtidas magnitudes, posiciones, aromas, sabores y lugares, tal como el hogar que destruí en los cimientos, mancillé y del que me cuesta irme por puro y físico miedo a desvanecerla definitiva de mi asqueante vida.

Algo que sí presentía y sabía que eventualmente pasaría y yo lo borraría con mis actos, mostrando mi máscara final, Eris.

— Liber

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