Eternidad Efímera

Niente dura, è vero, e contano solo gli istanti, però l’istante riserva il suo splendore per colui che lo immagina eterno. Vale solo l’effimero che pare immortale.

— Nicolás Gómez Dávila

Querida Eris,

Decía Nietzsche en el libro primero de La Gaya Ciencia (Die fröhliche Wissenschaft) que 

“El odio, el placer de destruir, el deseo de rapiña y de dominación y todo lo que en general se considera malvado pertenece a la asombrosa economía de la especie, a una economía indudablemente costosa, derrochadora y, por línea general, prodigiosamente insensata; pero que puede probarse que ha conservado a nuestra especie hasta hoy”

Entonces ese sentimiento que es para Usted ahora un “motor poderoso” efectivamente la estimula, como usted dice, porque hace parte de esa “economía de la especie” que nos ha permitido conservarla.

Por eso es laudable que la sienta, no porque Usted ame a esta especie imperfecta, pero perfectible; mas su capacidad ilimitada de odiar, denotó la infinitud del amor derrochado en este indigno y malagradecido mortal, que no valoró como divino el placer fúrico de su amor entregado y total.

Hay algo paradójico ahí, y es que si bien nos dirigimos por un camino esmarrito e irracional, siguiendo nuestras tendencias más bajas hacia la perdición, en ningún caso la especie sale perjudicada, se beneficia de deshacerse de nosotros los insignificantes evolutivamente, por lo que ¡cagada! 

Es tan insignificante la existencia que uno en la poquedad de la vida nunca sabrá lo que en verdad uno quiere. Ya que nuestra poca vida es tan poca porque al vivirla sin preparación ni enmienda, “nuestra vida es un boceto para nada”, según Kundera. “Si no es lo que deseo, no lo quiero”, dice mi Unicornio Hedonista, pero el deseo es una medida incompleta de la bastedad del querer, porque el deseo se extingue en la medida que se satisface, en cambio el amor es un “eterno insatisfecho”, como dijo Ortega y Gasset en sus Ensayos sobre el tema que nos ocupa a Usted y a mi:

“El deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. El amor en cambio, es un eterno insatisfecho”.

Ante esta insignificancia de nuestra vida y la pequeñez existencial, queda sólo reírse de uno mismo, de la “comedia de la existencia”, en palabras de Nietzsche, aún frente a la tragedia de los recuerdos incólumes e inmaculados que Usted tendrá que contaminar con “asco, rabia y engaño” a fin de poder atravesar el torbellino de arena en el que nos encontramos:


«Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.» (Murakami, Kafka en la Orilla)

¡Mójese, gata, bajo la lluvia de las arenas del tiempo para ser una nueva, para ser más quien Usted ya es! Tengo la fé puesta en Usted, a pesar de que ella me falló y fui un hereje, la tengo en que su amor es todavía más que un deseo fenecido, del cual fui ateo, pero del que no dudo será inmortal, aún disfrazado de odio, indiferencia y olvido.

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