Los Funerales de la Viuda Blanca

Es cierto.

Eris.

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El algor mortis de este Hombre Schnauzer disminuye 11:11°F con cada hora que pasa y con cada pelo que suelta en la cabaña destartalada donde no sabe si mora o si es ya preso de la ausencia de su Deidad transfigurada en desvelo mortuorio.

Permanece en el cajón la cuestión de si todo se trató de una mentira la verdad o de una mentira la mentira. De si lo que sentimos lo creímos y de si creímos lo que sentimos.

Puede que se trate de un mito, como el de Sísifo y la Unicornio: la pesada subida al monte donde se encuentra la verdad tras toda nuestra constreñida ensoñación. Repetición inmortal.

La posibilidad infinita de que en otra dimensión el collar de Schrödinger fuera más que una simple alaja arrancada del cuello esclavo que sentía placer en su asfixia mecánica.

Aún recuerdo la manera en cómo cuando mi Diosa se desnudaba quedaba completamente desnuda, como dice ese poema de X-504 que tanto saboreo al leer en noches lluviosas como esta.

Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero” dice y que disculpe mi Diosa por cuestionarla en el altar de mi muerte que ella ya no llora.

Aquí había alguien que estaba, pero que repentinamente alejé y siento la punción de su falta.

La maldición de la Hedonista radica en que su placer se encuentra en el dolor causado hacia ella y por ella. Al menos así se siente viva, al andar entre caminos de cuchillos y en regodearse en las conjugaciones pasadas de los verbos que juntos sólo tenían un presente y se conjugaban en “tú”, en lugar del pronombre personal de la tercera persona formal propio la cortesía de quienes no se conocieron nunca a sí mismos.

¿Será que Alouqua, la mujer súcubo, lloró de igual forma a ese hombre, a su Líber, a su monstruo como lloró a su occiso Esposo, 

a su Amante, 

a su Lucifer, 

a su Enemigo,

a su Torturador, 

a su Thanos, 

a su Eros, 

a su Brujo, 

a su Dragón 

y a sus Tierras áridas?

¿Cuántos funerales a cajones cerrados?

¿Cuantas enviudadas?

¿Cuántos amores legradados prematura y espontáneamente?

.

¿Con cuántos tuvo el deseo y la urgencia por la realización de su propia fertilidad?

¿Cuántas lágrimas, duelos y silencios resonantes?

¿Cuántos sufrieron el dolor que Ella sufre pero por Su propia mano?

¿Cuántas veces ha sido Ella la tormenta, la sirena, la villana y la súcubo de sus propias historias susurrantes?

.

¿A cuantos Dioses Ella ha naufragado en monstruos que asímismo la transformaron en “fuente inagotable de ponzoña”?

¿Cuántos monstruos han pasado por ella y la han mancillado?

¿Cuántos instantes o cuántos siempres hubo de ofrecer sin saña?

.

¿A cuál se entregó más totalmente o dio su pedazo más puramente suyo?

¿Cuántas veces más escribirá ella el epitafio a su alter ego?

¿Fue todo sólo otro lapsus sin significación ni moraleja?

.

¿Es genuino algo que viene en copias?

¿Es puro lo disuelto en lágrimas ajenas?

¿Es entrega lo ya entregado?

.

Acepto nuestro fin y brindo porque por una y mil preguntas sin responder lloran los cadáveres en nombre y representación de las Diosas humanadas y muertas en vida que repiten sus historias y proyectan en nosotros –los difuntos, actuando a manera de chivos expiatorios–, su falta de aprendizaje de sus propias lecciones, de forma semejante a si fuéramos nosotros los occisos aquellos únicos en el deber sepulcral de recordar per secula seculorum, mientras ellas no han de aprender de los cuerpos en sus armarios.

Las muertas en vida nos acusan a los muertos en la muerte de monstruosidad, inmanencia y amnesia, cuando ellas mismas reviven los errores a pesar de llevarlos marcados en la blancura de su tez. ¿Qué es peor? ¿Olvidar la lección y repetir el error? ¿O repetir el error recordando aún la moraleja? Nadie la juzga, los difuntos esposos no juzgamos, sólo nos fantasmagoreamos con una sonrisa interrogadora que deje a paz y salvo las preguntas debidas en vida, pero que nunca nos atrevimos a hacer. Así queremos ser inmortalizados. Como una interrogación resonadora y traviesa.

¿No se siente esto como un eterno retorno? ¿Será que la Dama del Lago no olvida porque ha vivido lo mismo una y otra vez sin aprender de su boceto, mientras que su difunto esposo, en cambio, apenas tuvo una sola vida con ella, con su única Viuda Blanca?

Esta alma agonizante también se ha tomado el tiempo de leer Su pasado y de sentir la inmensa compasión curiosa tras estas preguntas insolubles, cuyas respuestas no busca de Su boca, sino de sus actos, porque aún si ellos son también contradictorios como los del suscrito difunto, tienen una estética que algún día habremos de observar, así sea desde el otro lado.

5 semanas, 5 etapas de duelo han pasado. 

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Extrañar a un extraño

Efímera eternidad

Salvación

Oblación

Aceptación

–Otro más de su lista negra de obituarios.

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