Sin hacer de esto una conversación

Sin querer «hacer de esto una conversación», Ella me preguntó cómo estoy y como no quieres hacer de esto una conversación, ya que mis historias con sus detalles te aburrían a ti y a tus amigos, responderé resumidamente: estoy desarraigado sin ti.

Me respondió una vez más «Tu nos hiciste esto.» a lo que le respondí nuevamente que sé que lo hice, que cargo con ello todo el tiempo.

Me preguntó cómo estoy, ante lo cual respondí brevemente que de salud, bien. Que a pesar de bajar de peso, no dormir muy bien no sólo por causa del trasnocho del trabajo, ni volver al gym por estar acá, ni estar comiendo muy bien, no obstante no he estado más fuerte nunca de lo que estoy ahora, así que bien tal como lo muestran los resultados que le había prometido le enviaría, los cuales salieron negativos hoy, así que espero que por su lado se encuentre bien, al tiempo de que la veo bien. Mens sana in corpore sano.

El martes me alegró ver Su cabello cada vez más largo (y esta noche también). Me lo perderé nueva y definitivamente. El mío también lo está, aunque boto y boto pelo por todo lado como ya lo tiene sabido. Tanto que el mes pasado consideré donarlo o venderlo para dejar de shopliftear ocasionalmente una que otra cosa, pero nada que alcanzo todavía la largura necesaria para hacerlo, puede que sea por la misma caída. Y no me refiero solamente a la del pelo.

La pregunta «¿Como estás?», a menudo es formulada por rutina, por pura simpatía o por mero customer service sin esperar una respuesta. Nos limitamos a un predeterminado “Bien, gracias”.  Por eso es muy difícil de responder cuando es sinceramente preguntada como Ella hizo, a pesar de no querer «hacer de esto una conversación», lo que implica una respuesta sincera, como las que Le sangro por acá, sin esperar ya una contestación, ni instantánea ni retardada de parte Suya. Es Su prerrogativa siempre.

Muchas veces me temo que ya no haya réplica alguna. El corazón se me acelera de sólo considerar la posibilidad de que mi Súcubo se desvanezca definitivamente, que le cambie la URL o la elimine, como los mensajes de cariño escapado, los packs refundidos o la foto de esas manos entrelazadas que ya no son las nuestras y simplemente desaparece, sin dejar más rastro virtual de Ella, de nosotros. El rastro que apenas nos queda y que esporádicamente es testigo de lo desarraigados que estamos.

Al igual que Usted, mi hogar ya no es mi hogar, toda vez que Ella llegó a ser su sinónimo. Hogar era donde Ella estuviera, fuera el 206, el 2-301, un colchón sobre los vestigios de la cama o el curubito del Sobre de Manila. Las raíces que sembramos las corté de un tajo, justo en nuestro mejor momento. Justo antes de lanzarnos a esta Odisea, la premonitoria e intuitiva Diosa preciso me preguntó si esto nos iba a destruir. Le respondí que no, aunque al igual que Ella, presentía que sí y fui yo mismo quien precipitó nuestra destrucción. Ahora ambos nos quedamos sin una Ιθάκη a la cual regresar:

« (…) Ítaca te dio el bello viaje.

Sin ella no habrías emprendido el camino.

Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.

Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,

comprenderás ya qué significan las Ítacas. »

Ahora vagamos peregrinos por los que fueron nuestros hogares, nuestras ciudades. Ni siquiera me puedo quedar bebiéndome y (es)fumándome en el destartalo. Al igual que el polvo que nubla los recuerdos –como la fallida promesa del empañe de la ventana– y hace invivible el insomnio de su ausencia allá, a mis mis padres se les ocurrió mandarlo a arreglar: el lavamanos medio reparado por Camvs y nuestros demás testigos fúnebres; el inodoro con su bizcocho a medio caer; las luces cegadas por siempre en nuestra penúltima fiesta de despedida. Se nos fueron las luces, literal y figurativamente.

Y el hogar de mis padres es un hogar de paso ajeno a mi, puesto que a menudo no encuentro las cosas donde las dejé y el pelucho gris que me saludaba cada vez que llegaba ahora ni puede reconocerme, ni siquiera pudo pararse a recibirme a mi llegada, no me lame ni me regaña por haberlo dejado tanto tiempo, ya no me muerde el cuello ni se me bota a restregarse contra mi cara. Sus patas huesudas ya no le dan ni pa sostenerse parado cuando mea ese líquido sulfuroso y fluorecente que ahora hiede la alfombra y, por ende, toda la casa de un olor a orín concentrado como cuando se dejan los meados acumularse en un exámen de orina 24 horas para medir la función renal que los pacientes renales tenemos que tomar, si usted todavía lo recuerda en casa de Daga.

Tan difícil como la pregunta “¿Cómo estás?, por ser esta una pregunta por el “Ser” que continuamente respondemos con cotidiana frivolidad, me preguntaron por la importancia del cuerpo en nuestros procesos de vida. Es una cuestión que nunca me formulé verdaderamente, dado que he demostrado repetidamente no importarme mucho ese respecto, sino dejarme llevar por mis impulsos al punto de peligrar no sólo mi salud, mi vida ni mi integridad física como tampoco la de las personas que me querían, siendo necesario ahora corroborar con exámenes negativos lo que me siento, porque muchas veces no sé ni cómo me siento ni tengo las palabras para expresárselo.

No sé si le importe todavía, pero un leve indicador de mi salud son mis manos, específicamente mis uñas. A lo largo de los años, la integridad de mis uñas representaba mis demás áreas de vida. Si las preservaba de la onicofagia, como cuando estuve con Ella , a pesar de lo breve, fue el tiempo más prolongado de mi vida. La integridad de mis uñas significaba que estaba bien, sin saber definir ese bien, pero lo estaba y lo sentía. Ahora ellas volvieron a estar mordisqueadas y sangrantes, con padrastros levantados, cutículas y surcos ungueales deformados como este espíritu deformado por el propio ego que se resiste al pulso de destrucción a pesar de desear con todas sus fuerzas destruirse en Ella, sólo en Ella, en Su insondable abismo interno:

Carl Jung: Explain this analogy made between the sexes, the death instinct.

Sabina Spielrein: Professor Freud claims that the sexual drive arises from a simple urge towards pleasure. If he’s right, the question is why is this urge so often successfully repressed?

Carl Jung: You used to have a theory involving the impulse towards destruction, self destruction. Losing oneself.

Sabina Spielrein: Suppose we think of sexuality as futile, losing oneself as you say, but losing oneself in the other. In other words, destroying ones own individuality. Wouldn’t the ego in self defense automatically resist the impulse?

Carl Jung: You mean for selfish not for social reasons?

Sabina Spielrein: Yes. I’m saying that perhaps true sexuality demands the destruction of the ego.

Carl Jung: In other words, the opposite of what Freud propose

Carl Jung: In other words, the opposite of what Freud propose. (A Dangerous Method, 2011)

Otro indicador es mi peso, el cual si bien dije ha bajado considerablemente desde hace varias semanas de noches blancas previas al solsticio de verano, y luego contractuales por el trabajo que todavía no tengo y que en algún momento de ira entendible desearon que no tuviera, no me impide decir que me siento más fuerte que nunca antes, ya que he logrado records de fuerza y resistencia que pensaba imposibles, tales como ser capaz de sobrevivir dos semanas a punta de huevos, luego de sólo crispeta y luego a punta de agua y textos. También he logrado aguantar horas enteras caminando bajo el sol, la lluvia y/o las estrellas de un lado a otro a falta de pasaje de Metro, incluso antes de ir al gym. Sé que nada de esto ya le importará y son detalles que Usted y sus amigos encontrarán aburridos y superfluos. Por eso no le pido a nadie que me lea, ni siquiera con un mandamiento dorsal. Espero esto responda su pregunta.

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