SWAT Bodigüars

Pienso que la Academia SWAT Bodyguards se aprovecha de los sueños de muchas personas que llegan atraídas a sus cursos pensando inocentemente que con una semana basta para conseguir un trabajo de escoltas. Pero no es así de fácil; nunca lo fue.

Muchos llegan a SWAT Bodyguards ya pagos por sus futuros protegidos o empleadores porque ya tienen una experiencia como soldados que solo prestaron el servicio militar, policías y militares en algún tipo de baja; excombatientes de o contra la guerrilla y los paras; vienen apadrinados por un político que los “patrocina” para entrar en la UNP; o son vigilantes aburridos de la rutina, la falta de emoción de trabajar en vigilancia y quieren recibir un aumento de riesgo y salario como guardaespaldas.

Para conseguir un trabajo de escolta basta tener un título de bachiller. Algo que muchos compran en algún validadero sin necesidad de cursar ni terminar sus estudios, siendo a veces analfabetas funcionales o apenas medio sabiendo leer y escribir. Las promociones de SWAT en todas las redes sociales, especialmente en Youtube y Facebook, no mencionan que para conseguir el más mínimo puesto de escolta, ganando aún así poco más del salario mínimo como se ve en numerosas ofertas de Computrabajo, requieren, además de tener algún tipo de experiencia militar, uno o dos años de experiencia como escolta o mínimo como vigilante, pero nadie de ellos quiere hacer un curso de escoltas para terminar de vigilante. Lo que supone una paradoja común en Colombia: “¿Cómo puedo obtener experiencia si nadie me da la oportunidad?”

Una opción es obteniendo certificados de experiencia chimbos, esperando que un invasivo chequeo de antecedentes, una inspección domiciliaria o un polígrafo no descarten estas experiencias profesionales en vigilancia privada o como escolta al verificar que no ha habido pagos de seguridad social (salud, pensión y ARL) en años anteriores o argumentando que siempre estos certificados de experiencia fueron expedidos en virtud de un contrato de prestación de servicios, por lo cual no se cuenta con reporte de pagos a seguridad social.

La segunda opción es pagando a alguien dentro para que lo meta a uno de escolta en la UNP. Es un secreto a voces que, como todo en Colombia, muchas veces para obtener así sea una oportunidad de trabajo, toca pagar por ella a alguien dentro de la “rosca” o, al menos tener “rela$iones”. Por dicho de un conocido en la Academia SWAT, me mencionó que “tenía un contacto” al que si le pagaba alrededor de siete milones de pesos lo metía a la UNP al tal “Plan Democracia” y que le ayudaba con todos esos papeles. No sé qué tan cierto sea eso, posiblemente sea una estafa, como muchas cosas en Colombia.

Una tercera opción es siendo excombatiente de la guerrilla. Ronda el rumor de que para poder entrar directamente a la UNP, impulsado por el régimen de izquierda actual que gobierna colombia, toca ser exfarc. No sé qué tan cierto sea, porque todo este mundillo de los guardespaldas está rodeado de un misterio fascinante. Lo que sí tiene sentido de esto es que entre esos cientos de compañeros que tomaron el curso básico de SWAT, varios no pudieron guardar completamente el secreto de ser excombatientes de alguna guerrilla o grupo paramilitar.

Si bien la academia parece atraer a individuos con diversas motivaciones, incluyendo aquellos con experiencia militar, insurgente, respaldos políticos, o personal de seguridad en busca de nuevas oportunidades, lo que puede contribuir a la diversidad de habilidades y experiencias en el grupo de estudiantes; en ningún caso se ejerce ningún tipo de filtro antes de darle un arma cargada a alguien que puede ser incapaz de portarla o, más grave aún, no se filtra a los instructores que se tiene aquí. Afortunadamente no hubo ningún incidente que resultara en una lesión a la integridad o la vida de nadie durante mi paso por la academia, pero me parece una irresponsabilidad, por ejemplo tener una dizque “instructora” que es menor de edad solo por ser hija del Henao. Acá hasta a los porteros, comerciales, administrativos y de limpieza le ponen la chillona chaqueta naranja de instructores. 

En otra oportunidad, según me contaron testigos de oídas, el tal instructor llamado “Harry” irresponsablemente le dio un arma cargada a un estudiante en un aula encerrada y no impidió que este la accionara “por error”, causándole un impacto en el rostro de un compañero. 

Supe de un tal “Freddy” que trabajaba acá y que se pegó un tiro al enterarse que “Daniela” se acostaba con otro(s).

“SWAT Bodigüars” (pronunciado así), en las numerosas formaciones que teníamos que hacer durante los cinco días de entrenamiento, más bien parecía ser de sólo eso o de estar metidos en un salon con cientos de compañeros que luchan también con no quedarse dormidos, ya sea porque la noche anterior los trasnocharon, ya sea recibiendo carreta de Henao, o aguantando el frío de Pueblo Viejo más haciendo fila para poder disparar un par de cartuchos en un entrenamiento nocturno, o con la cuestión esa de “la huella”.

De las cosas más incómodas de estar en SWAT era esa vaina de la “huella”. Los que nos dejamos llevar por la brillante oferta de “¡Por tan sólo $880.000 pesos obtenga además triple licencia A2, B1 y C1!” y desembolsamos la plata sin pensar en que no hay tiempo para empaquetar clases de manejo dentro de todo lo que promete SWAT, que dizque lo va a entrenar a uno en apenas 5 días para volverse uno un escolta con trabajo 100% asegurado al salir de la “mejor escuela de escoltas de suramérica, sino también de toda latinoamérica”, (como gusta decir al hablador de Henao a cada rato). No señor, eso no es así.

No mencionan al comienzo que el entrenamiento para el triple play de la licencia de manejo implica uno quedarse una semana y, en mi caso, dos semanas más en SWAT recibiendo las tales clases de la licencia de conducción. No obstante, no es así. Uno no recibe en realidad las horas de clases teóricas que prometen, sino que estas son reemplazadas por una constante interrupción de las pocas clases de SWAT que valen la pena, como el entrenamiento con Mr David, el gringo veterano de las fuerzas especiales de los Estados Unidos de América; el entrenamiento de esquemas de seguridad con Diego el Español; de 180° con Osorio; o de tiro con López. Esas clases nos las vivían interrumpiendo a los que nos dejamos llevar por la publicidad engañosa de recibir unas horas teórico-prácticas de manejo con la estúpida excusa de ir a “poner la huella”. 

Con ese cuento de ir a “poner la huella” uno perdía tiempo interrumpiendo las verdaderas clases que no eran basura completamente con los instructores buenos que se han ido yendo de la escuela poco a poco de la Academia SWAT. ¿Qué de utilidad para un guardaespaldas va a ser una clase de explosivos con Chispita, que puede que sepa mucho gracias a su experiencia en antiexplosivos y goce de un sentido del humor “la bomba”, que lo despierta a uno tras un día en que uno ha estado pa’rriba y pa’bajo ya sea en una formación o haciendo fila detrás de cientos de compañeros delante de uno para pasar a disparar un par de balas en un ejercicio con una pistola sobreusada y propensa a fallas? Si uno de escolta ve una bomba uno no se va a poner a desactivarla sin equipo y con apenas la clase que le dieron en SWAT Bodyguards, sino que uno llama a un equipo antibombas entrenado y especializado para que venga a encargarse de eso.

Casi olvidaba que sumado al valor de $1’480.000 pesos Colombianos del “CURSO INTERNACIONAL DE ESCOLTAS 2.023, FUNDAMENTACION Y ESPECIALIZACION EN CONDUCCION DE VEHICULOS DEFENSIVA, EVASIVA EN BOGOTA – COLOMBIA” se sumaba el monto de $240.000 pesos que, “opcionalmente” uno tenía que consignarle al odioso y repelente “Teniente Chamorro” para recibir unos “seminarios” que terminaban siendo nada más y nada menos que unos certificados de unas horas de clase no recibidas. ¿Acaso en qué momento durante el transcurso de un curso de cinco días van a pretender empaquetar y certificar 100 horas de FUNDAMENTACION ESCOLTAS, más 60 horas de ESPECIALIZACION ESCOLTA MANEJO DEFENSIVO, más todo el CONOCIMIENTO Y USO ARMAS DE FUEGO, más 20 horas de FORMACIONES A PIE Y EN VEHICULO, 20 de DEFENSA PERSONAL, 20 de MOTOS, 20 de SEMINARIO DE TIRO y 20 horas de PROTECCIÓN A PERSONAS? A menos que todas estas horas de certificación fueran simultáneas y que los estudiantes no durmiéramos durante la semana de entrenamiento, en ningún momento recibimos una formación de ningún seminario o clase que equivaliera a las horas certificadas, algo que no creo que la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada avalaría si tuviera el conocimiento de lo que está certificando la Academia SWAT Bodyguards. Igual esto es Colombia, antes que todo. Acá no me sorprendería, mucho menos durante el régimen del “Cambio”, de la “Potencia Mundial de la Vida”, de la “Paz Total”. Alguien tiene que estar “Viviendo Sabroso” con todo esto. No me refiero necesariamente a la que anda en “elicótero”.

Volviendo al embeleco ese de la huella, nos hacían bajar de donde sea que estuviéramos tomando una clase, fuera desde arriba en el campo de entrenamiento de Mr David o desde más arriba en la casa de tiro a ir a poner el dedo en un huellero electrónico que a menudo no funcionaba entonces lo que suponía un minuto se terminaba volviendo media hora, cuarenta y cinco minutos de clase perdida de SWAT por las que uno también pagó para hacerle creer a un sistema que uno sí estaba recibiendo unas clases que en realidad no recibíamos. A un compañero del Chocó el problema con la huella era tal que lo llevaron a una Notaría en Faca a ir a hacerle el reconocimiento de las huellas porque estas no eran leídas por el huellero electrónico ese. 

Es por algo que los grupos de extranjeros ya no vienen como solían y han preferido irse con la competencia a recibir entrenamientos. La comida del restaurante es muy poca y suelta del estómago o constipa a la gente (sin punto medio). Justo al lado queda justico el negocio de la tienda para que $uplan lo poco que se comen con paquetes, gaseosas y empanadas que empiezan a parecer saludables en comparación. Los instructores mal pagos se están yendo o hay constante rotación. Hasta el “Videoman” y el “Médico” mencionaron sus intenciones de no volver porque sienten que aquí no progresan después de aaaaños. Las instalaciones no tienen reparación ni salubridad y pueden representar un peligro a los estudiantes y empleados, mientras que el Mayor se compra una nueva camioneta casi que cada mes para él y para su producida esposa mucho más joven que él, pero que uno casi ni ve por acá con su mala cara.

En mi caso, yo no tenía afán en irme por lo que me quedé más tiempo en SWAT. Dije que prefería darle prioridad a aquellos que se endeudaron junto a sus familias por ese sueño de ser escoltas en un país en que serlo es bastante riesgoso para la vida por un salario exigüo, posiblemente quieran por la adrenalina. Mientras tanto ayudé a algunos de los que se quedaron después de la semana de SWAT a hacer sus hojas de vida para, ojalá, conseguir un trabajo con los cursos que pagaron y sus pocas experiencias laborales. A veces, especialmente cuando hacía las hojas de vida de los reinsertados, tocaba inventarnos un pasado de experiencias laborales que llenaran sus años que pasaron en la selva e las filas de los grupos armados ilegales que los reclutaron cuando eran menores de edad o adultos sin muchas oportunidad en una parte donde el Estado no llegaba más que para joder y cobrar impuestos. 

Afortunadamente aquí fueron muy amables y me permitieron asentarme en la oficina del Mayor a trabajar remotamente en mis cosas con el intermitente internet. Sugerí que programaran las clases antes o después de mi horario de trabajo, pero decían una hora y siempre había retrasos e imprevistos por parte de los instructores que llegaban muy tarde, se iban muy temprano y no había suficientes para darle clase a los que nos quedamos. Al final nunca recibí las clases de conducción prácticas en moto ni en carro que prometían en la Academia SWAT “Bodigüars”, a pesar de que me certificaron como si me las hubieran dado en realidad. 

Me endeudé bastante con mi tarjeta de crédito tomando los cursos en SWAT, certificándome como “Escolta” para tan solo seguir trabajando remoto en algo en lo que no avanzo, que tampoco me exige mucho intelectualmente, pero que da para vivir medio bien arrendado junto a quien pronto será mi ex sin muchos lujos en algo que no es propio cerca de la oficina a la que tengo que ir de vez en cuando, donde el mayor riesgo es que lo atraquen a uno de llegada y/o de salida con el computador de la empresa. Sin un arma de fuego, dudo que las “maniobras” de defensa personal del Henao sirvan para algo más que recibir unas cuantas puñaladas o tiros.

Según cuentan en ese nido de chismes, Henao reciéntemente malversó dinero de la hermana de un gobernador. El gobernador contactó al Mayor y le advirtió que si no despedía a Henao, cerraría SWAT. Al parecer, ella le había entregado a Henao una suma para comprar hamburguesas para todos los instructores y este le cobró de más. Posteriormente, los escoltas comprobaron el coste real de las hamburguesas y descubrieron la estafa del remanente. 

No es eso, lo único que se dice del director de cursos de SWAT. Todos pueden ver que anda detrás de toda vieja medio bonita que pisa los cursos de SWAT, haciéndoles charla a la menor oportunidad; también que habla mal a las espaldas de otros instructores, como de Mr David; que trae nepotísticamente a sus hijos a ser instructores sin mayores méritos que ser sus hijos; que se la pasa hablando y hablando en lugar de dar instrucción real y útil a los escoltas que pagan esos cursos tan caros.

En conclusión, la Academia SWAT Bodyguards parece aprovecharse de las aspiraciones de quienes buscan una oportunidad en el mundo de la seguridad, atrayéndolos con la promesa de obtener empleo como escoltas en tan solo una semana de curso. Sin embargo, la realidad es muy distinta, ya que la mayoría de los estudiantes ya cuentan con experiencias previas o respaldos políticos para acceder a puestos de seguridad. En este contexto, es evidente que la Academia SWAT presenta deficiencias en su proceso formativo, desde problemas con las clases teóricas hasta situaciones cuestionables con la certificación de horas. La falta de transparencia en los procesos, junto con las irregularidades en la gestión de recursos, seguridad de las instalaciones, plantea serias dudas sobre la integridad de la institución y sus prácticas.

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