La Costra

¡Ñiña, no ti’andé’sa mondá!

Chupa ‘a sangre

deja que cure

sola y a o’cura’…

Sólo ‘chale saliva

Mejo’ en ayuna’

No te confié’ de cura’.

Si te anda’

se te encona/ña

‘sa joa.

(Non seulu falu denostras crostas nas pels).

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3 Respuestas a “La Costra

  1. » Con la kénōsis se indica la concreción de la acción salvífica de Dios y la necesidad de la realidad humana de hallar redención. Igualmente indica la calidad de la condición humana que en su fragilidad es objeto de la donación que el Padre hace de su Hijo a su pueblo. Este mismo tópico aparece tematizado en la tradición paulina de Hebreos (Hb 5,1-0) en la que el camino de la obediencia conduce a la comunión perfecta con Dios. En este sentido el ser dejado es una forma de hacerse hombre en dependencia y obediencia. Así la kénosis, leída como ‘desasimiento’ o desprendimiento, subraya la asunción de la condición humana, en su incertidumbre y debilidad, como una apertura a la voluntad divina mediante la libertad que provee la obediencia.»

  2. Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar, y me lo ganó la violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado, fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para que mi alma destellara sobre mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta.

    Cuando los ojos de Alicia me trajeron la desventura, había renunciado ya a la esperanza de sentir un afecto puro. En vano mis brazos -tediosos de su libertad- se tendieron ante muchas mujeres implorando para ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón.

    Alicia fue un amorío fácil: se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que buscaba en mí. Ni siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes fraguaron la conspiración de su matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a someterme por la fuerza. Ella me denunció los planes arteros. «Yo moriré sola, decía: mi desgracia se opone a tu porvenir».

    Luego, cuando la arrojaron del seno de su familia y el juez le declaró a mi abogado que me reduciría a la cárcel, le dije una noche, en su escondite, resueltamente: ¿Cómo puedo desampararte? ¡Huyamos! Toma mi suerte, pero dame el amor.

    ¡Y huimos!

    — José Eustacio Rivera, La Vorágine

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