Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen.

El hecho de que no lo veas no significa que se haya ido y el hecho de declarar al leviatán de “indigno” de respuesta, no borra sus preguntas; las reafirma en el silencio, le da peso a la interrogación que ahora retumba en el eco de la caverna de la ausencia. Es como cuando negamos la realidad: el nudo hecho de hacerlo, no la disipa, sino que la reafirma, de modo tal que siempre está presente, aún en su ausencia, tal como Cassandra existe en el vacío según «sentencia el viejo taoísta que en la vasija su utilidad está en el espacio donde no hay nada, no en las formas moldeadas».

Nunca es posible mentir completamente. La mentira lleva implícita su propia verdad, tal como la máscara tiene la forma de la cara, mínimamente ojos para ver y fosas para respirar. Por ahí logra salir de la fosa de brea, desnuda, sin apariencias y con su flogger —el que si bien recuerdo esa pintura, usaba para azotarse amarrada a brazos abiertos y miradas de imploración exquisita en una intimidad compartida a un mínimo de 20 Mbps–, porque le robaron sus ropas mientras se bañaba en el pozo. Así no se pueda ver su rostro, este está implícito en los textos de los escolios: este no desaparece tras su ocultamiento. «I always tell the truth even when I lie», sentenció Tony Montana. «I didn’t lie, I was writing fiction with my mouth.» –prefiero el doblaje: «No mentí, hacía literatura con mi boca»–, replicó Homero el griego amarillo.

Esa es la cuestión con la nostalgia. En algún lado vi que alguien le dijo a otro alguien que en griego significa ‘el dolor de una vieja herida’, que 

«Es una punzada en tu corazón, mucho más poderosa que la memoria sola. Este dispositivo no es una nave espacial. Es una máquina del tiempo. Va hacia atrás, hacia adelante. Nos lleva a un lugar donde anhelamos volver.

No se llama «La rueda». Se llama «El carrusel». Nos permite viajar como viaja un niño. Alrededor y alrededor y de vuelta a casa otra vez… a un lugar donde sabemos que somos amados.»**

Así la cicatriz cierre, seguirá ahí, por más que queramos desaparecerla, el dolor de la saudade –una de las palabras más poderosamente apabullantes en portugués– emergerá de tiempo en tiempo para evocarnos que la herida en algún momento estuvo abierta y que de ella sangramos, directamente en estas letras furtivas, esquivas y ocultamente impresas en misivas a interlocutores invisibles, que nos duelen con la intensidad de una ‘vieja herida’, como de los besos tatuados en los labios («os beijos não são contratos» — W.S.) y las caricias latigadas en la piel del dorso inscrito bajo el fragor de la tormenta de nieve, de arena, de recuerdos con el imperativo de nuestras noches blancas propias de los solsticios de verano de las zonas polares como su viudez: “Léeme”.

**Don Draper giving his pitch to executive from the Eastman Kodak in the first season of Mad Men, episode 13 titled The Wheel:

«Technology is a glittering lure. But there is the rare occasion when the public can be engaged on a level beyond flash, if they have a sentimental bond with the product.

My first job— I was in house at a fur company with this old pro copywriter–Greek– named Teddy. And Teddy told me the most important idea in advertising is ‘new.’ Creates an itch. You simply put your product in there as a kind of calamine lotion. But he also talked about a deeper bond with the product—nostalgia. It’s delicate, but potent.

Teddy told me that in Greek nostalgia literally means the pain from an old wound. It’s a twinge in your heart, far more powerful than memory alone. This device isn’t a space ship. It’s a time machine. It goes backwards, forwards. Takes us to a place where we ache to go again. 

It’s not called ‘The Wheel.’ It’s called ‘The Carousel.’ It lets us travel the way a child travels. Around and around and back home again… to a place where we know we are loved.»

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