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El Infierno no es un lugar pacífico sino violento. La Violencia no está presente en el Infierno solo en el Séptimo Círculo (Alighieri, 2010, págs. 64-65 Infierno XI. 28-51) de los violentos contra el prójimo, contra sí mismos y contra Dios, la naturaleza y el arte. No, la Violencia está presente en todo el Infierno y si mal no se puede decir que sea su esencia, sí es el medio por el cual se mantiene el orden y se impone la voluntad de Dios sobre los pecadores.
“La Violencia es Dorada” como la Rama que permitió a Eneas hacer su viaje de ida y vuelta al Hades (Eneida VI). Con esta analogía se quiere decir que la Violencia es el medio que en últimas impone la voluntad de unos sobre otros. “La Violencia no es la única respuesta, pero es la última respuesta”, dice Jack Donovan en su ensayo[1] a partir del cual entendemos que en el Infierno se ejerce la suprema violencia que convierte a las almas condenadas en objeto de una voluntad divina que las obliga a sufrir penitencias en cada uno de los Círculos al que son recluidas eternamente por la injusticia particular que, contra las Leyes de Dios, infringieron en vida.
En el caso del Infierno, la Violencia es el medio con el cual, por más infernal y caótico que parezca el inframundo, este es un lugar ordenado en el que no hay anarquía. “El Orden demanda violencia”, dice Donovan (2012). Sin embargo, por más que la Violencia sea necesaria para volver al orden[2] cuando éste se pierde, no significa que ésta sea su esencia. Para Hanna Arendt, la esencia de cualquier orden, de cualquier gobierno terreno o subterráneo como el Infierno, es el Poder, el cual antecede a la Violencia que puede ser su antítesis o servir cuando el Poder está en peligro y, que tanto como puede dominar donde falla este, la Violencia puede destruir el Poder más no crearlo. (Arendt, 2005, págs. 48-78).
La esencia del Infierno es entonces el Poder de Dios que se impone a los pecadores, castigándolos por toda la eternidad. Es también el poder que estas imágenes del Infierno ejercen sobre nosotros los lectores sobre quienes, como sobre los creyentes en las imágenes del submundo dantesco y en sus alegorías, tienen el potencial psicológico de ejercer su violencia. Violencia que se impone sobre los pecadores para quienes estas imágenes alegóricas son la amenaza suficiente que previene que el creyente no se vuelva un condenado y obedezca las leyes de Dios, leyes sin las cuales al menos la amenaza de una Violencia eterna no asegurarían su eficacia. Sin este potencial violento las leyes de Dios no serían más que palabras y el Infierno no sería más que una de tres (3) cánticas –Infierno, Purgatorio y Paraíso—, compuestas cada una de treinta y tres (33) cantos, cada uno por versos endecasílabos (once sílabas) cuyas líneas conforman tercetos.
Bibliografía
Alighieri, D. (1992). La Monarquía. Madrid: Tecnos.
Alighieri, D. (2010). Divina Comedia. Madrid: Alianza.
Arendt, H. (2005). Sobre la Violencia. Madrid: Alianza.
Donovan, J. (2012). The Way of Men. Milwakie: Dissonant-Hum.
[1] “La Violencia es el estándar dorado, la reserva que garantiza el orden. En realidad, es mejor que un estándar de oro, porque la violencia tiene valor universal. La violencia trasciende los caprichos de la filosofía, de la religión, de la tecnología y de la cultura. La gente dice que la música es el idioma universal, pero un puñetazo en la cara duele igual, sin importar el idioma que hables o la música que escuches.” En La Violencia es Dorada” traducción de “Violence is Golden” por Jack Donovan https://transmillenium.wordpress.com/2013/11/29/la-violencia-es-dorada-por-jackdonovan/
[2] “La misma relación que tiene la parte al todo tiene el orden parcial al total. La parte se ordena al todo como a su fin y perfección propios; luego también el orden en la parte se relaciona con el orden en el todo como a su fin y perfección. De lo cual resulta que la bondad del orden parcial no excede la bondad del orden total, sino más bien al contrario. Por tanto, como en las cosas se encuentra un doble orden, esto es, el orden de las partes entre sí, y el orden de las partes con relación a otra cosa que no es parte, como, por ejemplo, la relación de las partes del ejército entre sí y con el general, la relación de las partes a esa otra cosa distinta de ellas es mejor como fin del otro orden; pues aquel otro está en razón de éste, no al contrario. De aquí resulta que, si la forma de este orden se encuentra en las partes de la multitud humana, con mucha más razón debe encontrarse en la multitud misma, o en su totalidad, por la fuerza del silogismo anterior, por ser el orden mejor o forma del orden. Ahora bien, como se encuentra en todas las partes de la multitud humana suficientemente claro por lo dicho en el capítulo precedente, hay que concluir que debe encontrarse también en la totalidad misma. Y así todas las partes indicadas constituyen los reinos, y los reinos mismos deben estar ordenados a un solo príncipe o principado, es decir, a un Monarca o una Monarquía.” (Alighieri, La Monarquía, 1992, págs. 22-23 Libro I, VI)